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DESPEDIDA Y HASTA SIEMPRE

Palabras que pronuncié al final de la comida que, como homenaje por mi jubilación, me ofrecieron Jefes y compañeros del Servicio de Extensión Agraria, de la Consellería de Agricultura.

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Perdonad si la emoción del momento impide expresarme con el aplomo que desearía, motivo por el cual leo estas líneas, en vez de hablaros sin papeles a la vista.

No deseo olvidar nada de lo aquí escrito, aunque no diré cuanto quisiera.

Os manifiesto a todos y a cada uno de vosotros la mayor consideración y gratitud por esta comida de despedida, organizada con motivo de mi jubilación.

Os agradezco a ti, Ignacio y a ti, Roberto, camarada de Agencia durante tantos años, vuestras gestiones en la organización de este acto.

Gracias destacadas también a vosotros, Miguel García, Juan Martorell y Julián Esteban, por haber hecho un hueco en vuestra agenda.

Os considero no sólo como Jefes, que sois o habéis sido, sino fundamentalmente como compañeros, miembros todos del Servicio de Extensión Agraria.

Muchas gracias, Andrés y Ricardo, y a vosotros, amigos de Enguera, Játiva, Carlet, Ayora, Oliva, Cocentaina, Villena y a cuantos sois compañeros de Agencia y de OCAPA.

Grata sorpresa tuve al saber que también vendrían hoy Jorge Gandía, cuya permanencia entre nosotros fue breve, pero suficiente para conocer su capacidad, y Ana Donat, primera Auxiliar Administrativa de la Agencia de Onteniente, quien como Reme en Albaida, supuso un gran y eficiente apoyo durante los años que estuvo a nuestro lado y cuya marcha, sentida enormemente, significó la pérdida de una gran administrativa.

Quiero expresar un buen recuerdo, aunque no se hallen con nosotros, a Esther, Angelines, Ismael y Joaquín, compañeros hoy de Consellería, como asimismo a Eduardo Gironés, ya jubilado, por la colaboración que siempre nos dieron desde sus respectivas Cámaras Agrarias de Ayelo, Fuente la Higuera, Agullent y Onteniente.

Gracias, pues, a todos, presentes o no. De todos conservaré siempre, y sólo, los más gratos recuerdos. Gracias también por el apoyo profesional que me hayáis ofrecido.

Y ahora, permitid unas palabras sobre la satisfacción, entre comillas, y la alegría, con matices, que me produce la jubilación.

Cierto que supone, al menos, haber alcanzado mi edad y disponer, mientras la salud permita, de un futuro en el que dedicarse a las actividades más apetecibles.

Pero como el fin de una etapa de la vida que es, conlleva un alto grado de tristeza y añoranza por los años de juventud pasados, sin posible retorno, aprovechados con mayor o menor fortuna, en las Agencias de Extensión Agraria de Mula, Novelda, Rincón de Ademuz y, finalmente, en esta de Onteniente.

Queda la inquietud de si lo hecho ha sido o no cuanto se pudo y supo, pero de todas ellas, de los compañeros con quienes compartí destino, y de los amigos que hice en cada uno de estos lugares, conservo gratos recuerdos y siempre tendré en la mente.

La alegría de jubilarse no es, por tanto, comparable a la experimentada hace largo tiempo, cuando tras la oposición, curso y período de prácticas que entonces se exigía, aportó el nombramiento de Agente de Extensión Agraria primero y, mas tarde, tras años de trabajo, experiencia y otro curso, el de Jefe de Agencia.

Títulos ambos hoy día tan devaluados, si es que aún se les considera algo, cosa dudosa, dada la evolución de los últimos años.

Tales títulos suponían responsabilidad y promoción de iniciativas, basadas en estudios de comarca, programas de trabajo, planificación de actividades y su posterior desarrollo en el quehacer diario, no limitado a la espera del agricultor, sino yendo en su búsqueda.

Con la divulgación, asesoramiento y capacitación, se procuraba la participación activa del agricultor en estudiar y solucionar sus problemas, personales y comunitarios.

Y en esta labor intervenía todo el personal de las Agencias: Agentes de Extensión Agraria, Agentes de Economía Doméstica y Auxiliares Administrativas o Administrativos.

Todos perseguíamos la aplicación práctica de la misión encomendada al SEA, cual era la evolución del agro y la mejora de su nivel de vida, promoviendo la evolución de las personas, el de su entorno y el eficaz aprovechamiento de sus recursos.

Entre los recursos posibles, se tenían muy en cuenta, lógicamente, las ayudas oficiales, pero consideradas como un medio y no como un fin en sí mismas, aspecto en el que hoy día, quizás, se hayan invertido los términos, incitando opciones negativas.

En aquellos tiempos se estimulaban, en general positivamente, iniciativas propias de quienes trabajaban en cada comarca para estudiar, programar y cumplir la misión del Servicio de Extensión Agraria, nominación esta que gozó de un gran prestigio, de valor incalculable como patente, que creo se ha desperdiciado.

He citado estimulación positiva y nuestro Servicio.

Digo nuestro, porque todos contribuimos, con mayor o menor fortuna, a su desarrollo y a que se consolidara en España, aunque no tanto en sus últimos avatares.

Y en cuanto a estimulación, positiva es la económica, pero no sólo ella.

Poca motivación y predisposición puede generar un trabajo sin un adecuado reconocimiento y, menos aún si, por el contrario, está plagado de estímulos negativos.

En la Comunidad Valenciana, se están prodigando, a mi juicio, más estímulos negativos que positivos.

Y no solo pienso en los económicos, de importancia indudable, dada su involución y las diferencias en nuestro propio y próximo entorno.

¿Dónde está la promoción y carrera profesional, según méritos objetivos?

¿Qué decir también de la capacitación, antiguamente desarrollada por las Agencias de Extensión Agraria, con los cursos que a lo largo del año se daban?

¿Es posible que fuese buena en los tiempos que no se cobraba las horas impartidas, y se tornase mala espontáneamente, cuando fueron bien remuneradas?

Y conste que, personalmente, aprecio mucho menos lo económico que el factor profesional, por cuanto esto último ha supuesto, además de infravalorar nuestros conocimientos, la pérdida de la relación y seguimiento que los cursos originaban.

A pesar de todo ello, se pone el máximo interés en el trabajo encomendado.

Por mi parte, creo haber hecho cuanto he podido y sabido, aunque menos de lo que deseaba, sobre todo en este último año de soledad forzada.

Añoro, quizá por eso de tiempos pasados, ese modo de trabajar, con capacidad e iniciativas propias, y las actividades que todo ello generaba entonces.

Pero los tiempos traen cambios, con desigual fortuna, y aunque no siempre sean mejores para quienes se dice benefician, se asumen, según responsabilidad y criterios.

Que mis palabras no afecten negativamente a nadie.

A todos considero partícipes de un mismo sentir respecto a la situación profesional y económica del personal.

Estimo que vosotros, compañeros, dirigentes de nuestro Servicio, hacéis cuanto podéis por el bienestar y satisfacción profesional, moral y económica de sus funcionarios, pues es indudable que no olvidareis vuestros orígenes de extensionistas.

Más ahora que finaliza la etapa de mi vida en el Servicio, y que por ello no puede achacárseme lo haga con egoístas miras personales, puesto que si hubiera estímulos y mejoras no participaría de ellas, quiero aprovechar la última ocasión que se me presenta para hacer una breve y somera labor de sindicalista.

Conozco las inquietudes de compañeros, su insatisfacción y apatía ante los Sindicatos, cuando estos, teóricamente garantizadores de la imparcialidad y legalidad, han perdido, en gran parte, la confianza de muchos, ante la actitud, carente de ética y coherencia, de algunos de sus dirigentes, más preocupados por su situación personal y la de sus afines, que por la de aquellos colectivos que prometen y proclaman defender.

Transmítase esta problemática cuando y a quien haya lugar, para que se legisle ecuánimemente.

Y que luego, su aplicación justa sea norma y no excepción, y que el concurso objetivo guíe en los destinos.

Que, en un próximo futuro, todos obtengan estímulos positivos en su trabajo, tanto de mayor consideración como de promoción y económicos.

Me satisfaría de ello, aunque ya no goce de sus beneficios.

Perdonad si he actuado como predicador desde el púlpito, cuando en su plática flagela a los presentes, sin merecerlo.

Como los acreedores de ello están ausentes, no escuchan ni padecen sus sermones, aunque, posteriormente, a sus oídos llegue la prédica.

Y, para terminar, quiero deciros que la jubilación me liberará del trabajo y actividades menos técnicas y más diferentes de las existentes al acceder al SEA.

Pero la alegría que hoy siento no es, sin embargo, comparable a la ilusión experimentada al iniciar y hacer durante años las tareas de Agente del SEA.

Disculpad si he abusado de vuestro tiempo y he dicho algo inoportuno, pero me preocupan las inquietudes y anhelos de cuantos aún permanecerán en el trabajo:

Que se sientan estimulados y la ilusión vuelva a todos.

Finalmente, os pido que deis mis mejores recuerdos a cuantos otros compañeros del SEA no están hoy aquí y que me disculpen si alguna vez les he podido molestar.

Gracias a todos una vez más, tanto por vuestras atenciones en el día de hoy como en el pasado, y espero que en el próximo futuro.

Por mi parte sólo queda ofreceros mi colaboración y ayuda en cuanto os pueda ser útil, como igualmente la he ofrecido a quienes de esta comarca me lo han pedido.

Gracias y hasta siempre, amigos y compañeros.

Que la vida os depare suerte y que la fortuna, profesional y económica, os alcance próximamente a todos.

 

José Luis San Segundo Calderón

Miércoles, 16 de febrero de 2.000

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